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La naturaleza es una energía gestora de vida. La multiplicidad de esencias vivientes obedece al ciclo de vida, muerte, renacimiento... Dejémonos sumergir por la sensación de inmensidad de esa selva, esas incesantes interacciones de vida y sus sinergias. Apropiémonos de la imagen de un mantillo fértil que engendra formas, colores, propiedades, instintos múltiples e infinitos. Ese ecosistema, auto devorador, haciendo camino, teja y complejita su tela. La perpetua búsqueda “eco-lógica” del equilibrio del ecosistema nace de su constante evolución. La experiencia arraigada en el presente permite la percepción y la toma de consciencia de esa realidad. Por ejemplo: tomar el tiempo de dar atención a la geometría sagrada de una tela de araña abre a esa lucidez.

Las culturas étnicas hacen una con la selva. El respeto y la benevolencia son comportamientos éticos e inherentes a la vida selvática.

El altruismo favorece la voluntad de proteger las culturas y el medio ambiente. El humanismo aclara todo ciudadano del mundo. Por fin, me parece fundamental de reconocer la diversidad en la unidad y de buscar la unidad en la diversidad.

El viajero responsable a la vez íntegro y generoso puede dar sentido al encuentro y permite de crear lazos auténticos.

LA INSPIRACIÓN

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